Powered By Blogger

jueves, 4 de agosto de 2011

Para Adrián, un amigo de toda la vida.

Los organizadores de este encuentro virtual por el cumple de Adri me piden que cuente una anécdota vivida con Adrián. Me es casi imposible, son tantos los momentos vividos juntos y a lo largo de tantos años que me correspondería escribir un libro y aun así me quedaría corto. Cómo lograr transferir al papel tantos momentos compartidos, de alegría muchos, pero también de tristeza, charlas, inventos delirantes (algunos de los cuales luego se hicieron realidad...) complicidad sin límites, proyectos que pudimos concretar, viajes realizados pero también pendientes....

Con Adrian me une una amistad que pasa a otra categoría, la de familia, pero con el privilegio de la elección. Una amistad que se fortaleció y creció por las duras condiciones del exilio cuando nos arrancaron parte de nosotros, pero con lo que nos quedó pudimos rehacernos, formar una red de resistencia personal y en eso el papel de Adrian como bancador con mayúscula fue esencial.

Y quizás esa es la palabra que mejor lo define, esencial, o tal vez imprescindible.

Mientras escribo me surgen nuevas ideas. Adrian es en efecto el amigo imprescindible. Siempre tiene oreja para escuchar y alguna idea para aportar. Puede desembuchar un consejo interesante y acertado o si la ecuación no tiene solución alcanzable, puede lanzar una propuesta marxista (no de Carlos sino de Groucho), pero siempre con la misma seriedad, resolviendo la situación por el absurdo y generado un laberinto de caminos que pueden llegar a cualquier parte. Aunque nos separen miles de Km y los teléfonos como los mails varíen de frecuencia, siempre está la ilusión del próximo encuentro, de la charla matinal en el bar de Palermo después de la habitual corrida que mantenemos a pesar de rodillas, hernias y demás obstáculos que se quieran interponer.

Con Adrian he vivido las situaciones más divertidas y absurdas, relataré una ínfima parte de ellas. En Bolivia compartimos una mina de estaño a varios cientos de metros de profundidad con explosiones de dinamita incluidas porque no sabían de nuestra presencia y después dormimos (compartimos habitación, que quede claro) con otra mina pero de 100 años (si es que para esta categoría el término mina es adecuado), que era la abuela del minero que antes nos había paseado por la mina

Mascardi profesor de trigonometría, había sido boxeador, era de baja estatura pero de complexión fuerte, para él los ángulos eran reptos, de donde venía su apodo "el Repto". Muy serio el profe, tenía la costumbre de dar clase de pie, casi al fondo del aula y con las manos detrás en la espalda sujetando una tiza. A Adrián no se le ocurrió mejor idea que sacarle la tiza de las manos, atacando desde atrás, supongo que pensando que no se daría cuenta. El profe, superó la apuesta de Adrián agarrándole la mano, inmutable, como si nada pasara durante todo el tiempo que faltaba hasta el recreo, tiempo que se hizo interminable para Adrián pero que no pareció modificar su modus operandi futuro. De lo contrario en el Ital Park, junto con Gabriel Garrido y otros, no se hubieran bajado del tren fantasma en medio del recorrido para dar una sobredosis de susto a los que circulaban ingenua y legalmente en el trencito. La historia terminó como era obvio con la intervención del guarda del parque que dudaba razonablemente en aceptar como válida la historia de la búsqueda del anillo perdido de la abuela de Gabriel.

A los 18 años emprendimos un viaje hacia el norte, el objetivo era llegar , sin medios materiales hasta donde nuestro ingenio lo permitiera, por eso solo estaba permitido viajar a dedo. Yo me bajé en Bolivia cuando me robaron los documentos, Adrián terminó en Israel: fue el que más lejos llegó.......

De nuestro paso por Tucumán queda esta foto que fue noticia en el periódico local

Me despido con un abrazo muy fuerte y con la ilusión de seguir compartiendo de aquí en más tantas cosas como hasta ahora.

Leo

No hay comentarios:

Publicar un comentario